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España, líder europeo en producción porcina, pero con señales de transformación

España se ha consolidado como el principal productor de carne de cerdo de la Unión Europea, destacando por un crecimiento notable en la última década. No obstante, ese liderazgo, hasta ahora incuestionable, comienza a mostrar signos de estabilización e incluso de cambio estructural.

En los últimos 10 años, la producción española de carne de cerdo ha pasado de 3,6 millones a cerca de 4,9 millones de toneladas anuales. Paralelamente, sus exportaciones se han duplicado: de 1,25 millones de toneladas a aproximadamente 2,65 millones en la actualidad. Los destinos de estas exportaciones están diversificados, con un 40% dirigido a países de la UE y alrededor de un 20% destinado al mercado chino, reflejando su creciente internacionalización.

Este auge ha elevado el nivel de autosuficiencia de España en carne de cerdo del 150% al 220%, lo que significa qye España produce más del doble de lo que consume, lo que la convierte en una potencia exportadora en este ámbito.

El epicentro de esta expansión productiva se encuentra en el noreste del país, especialmente en Cataluña y Aragón, que juntas concentran más del 50% de la producción nacional. Factores como los bajos costes de construcción y laborales, así como una menor presión normativa en lo medioambiental, en comparación con otros países claves europeos, han sido clave en este crecimiento. A ello se suma una estructura productiva altamente eficiente, basada en modelos de integración vertical y cooperación entre eslabones del sector. Hoy, alrededor del 90% del sistema está organizado de forma integrada, desde la producción hasta la comercialización, lo que ha permitido optimizar costes y aumentar la competitividad.

El sector está dominado por grandes grupos empresariales: las 30 principales compañías generan el 75% de la carne de cerdo del país. Los 3 principales actores del mercado agrupan 526.000 cerdas reproductoras, lo que refleja una dimensión y concentración productiva difícilmente comparable con la de otros países europeos, como Alemania, donde el sector está mucho más atomizado.

Sin embargo, no todo son fortalezas. España enfrenta importantes desafíos. Por un lado, los precios del pienso tienden a ser más elevados debido a la dependencia del suministro exterior y a la volatilidad de las cosechas, acentuada por los efectos del cambio climático. Aunque la industria del pienso ha logrado cierta resiliencia gracias a una buena organización y capacidad logística, las tensiones persisten.

Además, en los últimos 3 años se percibe un estancamiento tanto en la producción como en las exportaciones. Entre los factores que explican esta ralentización se encuentran problemas sanitarios, particularmente en la cría de lechones, y una creciente presión medioambiental que limita la expansión de las explotaciones. En este contexto, se anticipan mayores exigencias en términos de sostenibilidad, incluida la necesidad de asignar más superficie de tierra para el manejo de residuos y bienestar animal.

Aunque España sigue siendo el líder europeo indiscutible en producción porcina, el modelo que impulsó su crecimiento parece estar alcanzando ciertos límites. El futuro del sector dependerá de su capacidad para adaptarse a nuevas condiciones sanitarias, medioambientales y de mercado, sin perder su eficiencia ni competitividad global.