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La dehesa es uno de los ecosistemas más representativos de la península ibérica, un espacio donde la biodiversidad convive en armonía con la actividad humana. Este singular entorno, poblado por encinas, alcornoques y quejigos, permite la cría de ganado ovino, caprino, bovino y, por supuesto, del célebre cerdo ibérico de bellota. Además, en su seno se desarrollan actividades como la caza, la apicultura o la producción de corcho, contribuyendo a la economía rural.
Este equilibrio entre la naturaleza y la intervención humana ha perdurado durante siglos, consolidando a la dehesa como un sistema agroforestal sostenible. Su conservación es crucial no solo para la biodiversidad, que alberga especies emblemáticas como el lince ibérico o el águila imperial, sino también para la economía local. Según datos de la Federación de Cooperativas Agroalimentarias de Andalucía, más de un centenar de municipios dependen directamente de la dehesa, con 14.000 explotaciones ganaderas que sustentan a más de 3 millones de cabezas de ganado.
Una enfermedad que avanza sin freno
Sin embargo, este ecosistema se encuentra en peligro debido a la propagación de la Seca, una enfermedad provocada por el hongo Phytophthora, que ataca las raíces de los árboles, impidiendo su correcta nutrición hasta secarlos por completo. Obdulia, especialista en I+D+i de la Federación de Cooperativas Agroalimentarias de Andalucía, advierte que la situación es alarmante, ya que de las 1,2 millones de hectáreas de dehesa en Andalucía, aproximadamente 1 millón ya presenta signos de esta infección. Como señala Obdulia: «Estamos ante una catástrofe ambiental y económica de gran magnitud», destacando que, aunque el problema no es nuevo, su incidencia ha crecido exponencialmente en la última década.
El Andévalo, en Huelva, es una de las zonas más afectadas. Allí, Javier Bolaño, propietario de una finca afectada, escucha con preocupación las explicaciones de Obdulia sobre la propagación del hongo. «Ataca la raíz y asfixia al árbol, pero lo más preocupante es que sus esporas pueden permanecer en el suelo hasta 20 años», detalla la especialista. Además, indica que la acidez de los suelos serranos de Huelva favorece la expansión de la enfermedad y que el cambio climático podría estar agravando la situación. «Por ahora, la única solución efectiva es la erradicación total de los árboles infectados mediante la quema», lamenta Obdulia.
Para Javier, la situación es devastadora. Criador de cerdos ibéricos como lo fueron su padre y su abuelo, teme que el avance de la Seca ponga fin a su legado familiar. Según confiesa Javier: «Si las encinas desaparecen, no habrá bellotas para alimentar a mis cerdos. Cada día veo más fincas cerrar, y temo que la mía sea la siguiente». No obstante, su última esperanza está en la investigación, en proyectos innovadores como OnDehesa, un grupo de especialistas que trabaja en el desarrollo de soluciones tecnológicas para frenar la enfermedad.
Ciencia y tecnología en la lucha contra la Seca
Eduardo Hidalgo, profesor de la Facultad de Ingenieros Industriales, lidera la implementación de tecnología avanzada en la finca de Javier. Según explica: “Hemos instalado sensores IoT que recopilan datos sobre temperatura, humedad, dirección del viento y precipitaciones en tiempo real”. También han incorporado un dron equipado con cámaras espectrales para detectar signos tempranos de la enfermedad desde el aire. Como añade Javier: «El objetivo es anticiparnos al avance del hongo y hacer que estas herramientas sean accesibles para cualquier ganadero».
A cientos de kilómetros, en Sevilla, David Gómez y su equipo de la Fundación Ayesa trabajan en un software basado en inteligencia artificial. Según informa: «Estamos analizando grandes volúmenes de datos mediante algoritmos de machine learning para identificar patrones y predecir dónde es más probable que la enfermedad se propague», explica. En la pantalla de su ordenador, muestra un mapa con los árboles afectados resaltados en color azul. Como explica: «Si logramos comprender cómo se comporta Phytophthora, podremos diseñar estrategias efectivas para combatirlo».
Un enemigo silencioso
Obdulia subraya que el gran problema del Phytophthora es que su ataque es invisible hasta que ya es demasiado tarde. Como informa la especialista: «Cuando un árbol empieza a mostrar hojas amarillentas, ramas secas o chancros en el tronco, ya no hay vuelta atrás». Sin embargo, la tecnología está permitiendo adelantarse a los síntomas visibles y aplicar medidas preventivas.
Gracias a la información recopilada, Javier ahora puede tomar decisiones estratégicas, como evitar el pastoreo en las zonas afectadas para impedir que el hongo se propague a través de las pezuñas de los animales. Aun así, la especialista insiste en que es imprescindible seguir invirtiendo en investigación y en escuchar a los ganaderos, que han observado la evolución de esta enfermedad durante generaciones.
La necesidad urgente de reforestar
En la finca Soto de la Fuente, en la Sierra Norte de Sevilla, encinas centenarias han sido testigos del regreso de especies protegidas como el lince ibérico. Su propietario, Javier Soto, observa con preocupación la presencia de algunos árboles afectados en un área hasta ahora libre de la enfermedad. Como ganadero comprometido con la conservación, su finca actúa como un corredor natural entre Doñana y Sierra Morena, permitiendo la conexión de especies vulnerables. Más al norte, en la finca Dehesa Frías, el gerente José Miguel Martín se enorgullece de que, cada año, una pareja de águilas imperiales escoja su tierra para anidar. Como afirma José Miguel: «Perdemos algunas gallinas por su presencia, pero su vuelta significa que mantenemos un equilibrio saludable entre la ganadería y la naturaleza».
José Manuel Roca, ingeniero agrónomo de ASAJA Sevilla, enfatiza que la dehesa es un refugio crucial para muchas especies en peligro. Según señala José Manuel: «El lince ibérico ha pasado de estar al borde de la extinción a superar los 2.000 ejemplares en la península gracias, en gran parte, al esfuerzo de los ganaderos». Sin embargo, advierte que la pérdida de encinas y alcornoques está poniendo en jaque este ecosistema único.
«La solución pasa por una reforestación masiva», defiende José Manuel, que nos dice: «Cada año desaparecen 1.000 hectáreas de dehesa, y aunque solo sobreviva un 10% de los árboles plantados, ya es un avance». Además, subraya el peligro de la «matorralización» de la dehesa: «Si los ganaderos abandonan estas tierras, los montes se vuelven incontrolables y se convierten en un polvorín para incendios de 6ª generación, como el que arrasó la Sierra de la Culebra en Zamora».
Para Roca, la dehesa no es solo un paisaje, sino una herencia cultural y natural que se remonta a la Edad Media y que debe ser protegida para las futuras generaciones. «Nos jugamos la supervivencia de un ecosistema con el que hemos convivido durante siglos. No podemos permitir que la Seca lo borre del mapa».
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