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El futuro del sector porcino según informe de la OCDE–FAO 2025–2034: Estancamiento productivo, presión competitiva y y cambios en la demanda internacional

Durante la próxima década, se proyecta un crecimiento global del consumo de carne de 47,9 millones de toneladas, aunque con un aumento más moderado del consumo per cápita. En este contexto, el sector porcino desempeñará un papel relevante, ya que se estima que las mejoras en la eficiencia productiva, especialmente en el peso al sacrificio, contribuirán en un 27% al crecimiento total de la producción porcina mundial, superando incluso a la carne bovina y solo por detrás de la avícola.

Sin embargo, la dinámica del comercio internacional presenta desafíos: China, principal importador global de carne de cerdo, reducirá progresivamente su dependencia del mercado externo, pasando del 20% al 16% del total de importaciones mundiales. Esta tendencia ya ha comenzado a impactar negativamente en la producción porcina de los principales países exportadores.

A nivel de precios, se espera que los valores reales de la carne porcina tiendan a la baja, debido a un crecimiento moderado de la producción y la menor demanda china. Esto, sumado a costos operativos aún elevados, plantea un entorno desafiante para el productor porcino, que deberá apoyarse en mejoras continuas de productividad para mantener márgenes competitivos.

Además, los riesgos sanitarios siguen siendo un factor crítico. La persistencia de brotes como la Peste Porcina Africana (PPA) subraya la necesidad urgente de fortalecer la colaboración en bioseguridad a nivel global para garantizar la estabilidad del sector.

Tendencias actuales del mercado

En 2024, la producción mundial de carne creció un 1,3%, aunque la producción porcina se mantuvo estable, sin mostrar incrementos relevantes, a diferencia del dinamismo observado en la carne de ave y bovina. Este estancamiento refleja una situación de mayor madurez o ajuste del mercado porcino, especialmente tras el auge vivido en años anteriores por la crisis sanitaria en Asia.

Brasil destacó como uno de los países con mayor expansión en la producción cárnica, aunque dicho crecimiento estuvo más vinculado a la carne bovina y aviar. Las condiciones favorables como el tipo de cambio, costos de alimentación reducidos y el estatus sanitario contribuyeron a su ventaja competitiva. En contraste, la carne de cerdo no experimentó un repunte similar, lo que evidencia una demanda más contenida en los mercados internacionales.

En el comercio global, las exportaciones de carne crecieron un 2%, pero nuevamente fueron lideradas por la carne bovina y de ave. La menor demanda de importaciones por parte de China, que ha aumentado su producción porcina interna, ha influido directamente en la ralentización del comercio exterior de carne de cerdo, afectando a los grandes exportadores del sector.

Aunque el índice de precios de la carne de la FAO subió ligeramente (2,8%), los precios del sector porcino han estado más contenidos, reflejando un mercado en fase de ajuste y con menor impulso que otras proteínas animales.

Perspectivas de consumo para el sector porcino

Aunque el crecimiento global del consumo de carne estará dominado por la carne de ave, se proyecta que la carne de cerdo seguirá siendo el 3º principal contribuyente, con un aumento del 5% en la próxima década, alcanzando las 130 millones de toneladas.

Sin embargo, el consumo per cápita mundial de carne porcina disminuirá un 4%, principalmente por el estancamiento en los países de altos ingresos, donde las preferencias se inclinan hacia opciones percibidas como más saludables y sostenibles, como la carne de ave. Esta tendencia refleja también el impacto creciente de factores como el bienestar animal, el medioambiente y la salud en las decisiones del consumidor.

A pesar de esta caída global per cápita, el sector porcino encuentra una oportunidad relevante en América Latina, donde se espera el mayor incremento en consumo por habitante, con 1,3kg adicionales por año. Esta alza se explica por una relación de precios más favorable frente a la carne bovina, lo que mejora la competitividad del cerdo en la dieta local.

En otras regiones, como Asia, América del Norte y Europa, el consumo por persona de carne porcina crecerá menos o incluso podría disminuir, en parte por razones culturales o por cambios estructurales en las dietas.

En resumen, el futuro del consumo de carne porcina dependerá cada vez más de los mercados emergentes, como América Latina, mientras que en las economías avanzadas el sector enfrentará presiones por sustitución y cambios en las preferencias alimentarias. Adaptarse a estos contextos diferenciados será clave para mantener la competitividad global del cerdo.

Perspectivas de producción para el sector porcino

Aunque la carne avícola liderará el crecimiento global de la producción cárnica en la próxima década, el sector porcino representará cerca del 13% del aumento total, con una producción proyectada en recuperación especialmente en Asia, tras la crisis de la PPA.

Esta recuperación estará concentrada en países como Vietnam, donde se está produciendo una transición estructural: el sector está dejando atrás los sistemas tradicionales de traspatio para adoptar modelos industriales de mayor escala, con altos estándares de bioseguridad, reflejando un cambio clave en la sostenibilidad y eficiencia del modelo productivo porcino en la región.

A nivel global, China será responsable del 10% del incremento en la producción total de carne, en parte por la reconstrucción de su industria porcina, afectada gravemente en años anteriores por la PPA. Esto representa una reconfiguración del suministro porcino mundial, ya que el país pasa de ser un gran importador a aumentar fuertemente su producción interna.

Por su parte, América Latina, una región con importantes ventajas comparativas como tierras disponibles, oferta de piensos y genética animal, también seguirá ampliando su participación en la producción global de carne, lo que representa una oportunidad estratégica para el crecimiento sostenido del sector porcino regional.

En resumen, aunque el cerdo no lidera el crecimiento en volumen absoluto, su papel en la recuperación estructural post-PPA, la modernización tecnológica en Asia y la expansión productiva en América Latina marcan un escenario de transformación para el sector porcino, que deberá continuar adaptándose a nuevas exigencias sanitarias, tecnológicas y de mercado.

Productividad y sostenibilidad en el sector porcino

El crecimiento de la productividad se consolida como una estrategia esencial para la sostenibilidad del sector porcino, especialmente en un entorno marcado por el aumento de los costos operativos, regulaciones más estrictas y la persistencia de amenazas sanitarias como la PPA.

Las proyecciones del informe OCDE–FAO destacan que mejoras en genética, manejo de animales y aumento del peso al sacrificio serán claves para lograr mayor eficiencia y reducir costos por unidad de producción. Estos avances son particularmente relevantes en los países de ingresos medios altos y bajos, donde el sector porcino tiene potencial de crecimiento y se espera que las ganancias de productividad contribuyan significativamente al aumento de la producción.

Además, la mejora de la eficiencia por censo porcino ayudará no solo a optimizar el rendimiento económico, sino también a reducir la huella ambiental del cerdo, al requerirse menos animales para generar la misma cantidad de carne. Esto es crucial para limitar el crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero, en un contexto donde el escrutinio ambiental sobre la ganadería es cada vez mayor.

Por otra parte, el informe advierte que reducir las pérdidas y desperdicios en la cadena de valor porcina también es una vía efectiva para disminuir la presión sobre los sistemas productivos. Actualmente, cerca del 13,5% de la carne se pierde durante el procesamiento, y un 12,2% se desperdicia en la distribución y el consumo. Combatir estas ineficiencias, mediante mejor infraestructura de frío y educación del consumidor, permitiría reducir la necesidad de incrementar la producción y, con ello, minimizar el uso de recursos y las emisiones asociadas.

En conjunto, el fortalecimiento de la productividad en el sector porcino no solo representa una respuesta técnica ante los desafíos económicos, sino también una palanca para avanzar hacia una producción más sostenible, alineada con las nuevas exigencias del mercado y la sociedad.

Comercio internacional y su impacto en el sector porcino

El comercio mundial de carne enfrenta una reconfiguración estructural, especialmente en el sector porcino, a raíz del proceso de autosuficiencia alimentaria impulsado por China. Tras haber sido el principal importador global de carne de cerdo durante la crisis provocada por la PPA, la recuperación de su producción interna está reduciendo significativamente su demanda de importaciones.

Este cambio tiene implicaciones directas para los exportadores tradicionales de carne de cerdo, como la Unión Europea, Estados Unidos y Brasil, que ahora enfrentan un entorno comercial menos dinámico y con mayores exigencias regulatorias, en especial en Europa. La menor dependencia de China como cliente estratégico implica que los exportadores porcinos deberán diversificar destinos y reorientar sus estrategias comerciales hacia otros mercados con demanda emergente.

Aunque se proyecta una reactivación del comercio mundial de carne en general tras esta caída inicial, su ritmo será mucho más lento que el de la década anterior, lo que afectará particularmente a los sectores más dependientes del comercio exterior, como el porcino.

En este nuevo contexto, el sector porcino global deberá competir no solo en precios, sino también en sostenibilidad, bioseguridad y trazabilidad, para adaptarse a un mercado internacional más exigente y fragmentado.

Perspectivas de precios para el sector porcino

El sector porcino se verá favorecido por una tendencia a la baja en los precios reales de la carne de cerdo durante la próxima década, en un contexto donde los precios de las carnes de cerdo y ave divergen claramente del precio del bovino y ovino. Esta caída estará impulsada por una expansión moderada de la producción, menor demanda de importación por parte de China y una reducción esperada en los costos reales de los piensos, insumo clave en la porcicultura.

Se proyecta que, para finales del período, los precios reales de la carne de cerdo podrían situarse cerca de un 20% por debajo del nivel base, en contraste con una caída del 8% en las carnes de rumiantes. Esta diferencia refleja un mayor avance en la productividad del sector porcino, que ha logrado reducir costos mediante mejoras en eficiencia, genética y manejo.

Este entorno de precios más bajos refuerza la competitividad del cerdo como proteína accesible, particularmente en los mercados sensibles al precio y en crecimiento como América Latina. Sin embargo, también supone un reto para los productores en términos de rentabilidad, especialmente si los costos operativos no bajan al mismo ritmo.

En conjunto, el mercado tenderá a favorecer las carnes no rumiantes, como el cerdo, tanto por precio como por eficiencia productiva, consolidando su posición frente a la carne bovina y ovina en el consumo global.

Riesgos e incertidumbres para el sector porcino

El sector porcino enfrenta riesgos significativos asociados a la bioseguridad, los cambios regulatorios y las transformaciones en las preferencias del consumidor. La PPA sigue siendo una referencia clave en el análisis de vulnerabilidad sanitaria, ya que su impacto reciente en Asia alteró profundamente los mercados internacionales de cerdo. La reaparición de enfermedades como la fiebre aftosa en Europa y la propagación de la influenza aviar refuerzan la urgencia de mejorar los estándares de bioseguridad en la porcicultura global, particularmente en sistemas intensivos con alta densidad animal.

Las interrupciones comerciales derivadas de brotes sanitarios pueden restringir exportaciones y generar desequilibrios de precios y oferta. Aunque existen mecanismos internacionales de contención, los costos asociados a la eliminación de animales, pérdidas productivas y controles sanitarios representan una amenaza constante para la estabilidad del sector porcino.

Factores climáticos extremos, como sequías que afectan la disponibilidad de granos para alimentación, elevan los costos de producción porcina, muy dependiente de insumos alimentarios. Además, nuevas regulaciones ambientales (por ejemplo, impuestos al carbono o reglas sobre manejo de estiércol) pueden requerir inversiones en infraestructura que encarezcan y ralenticen la producción.

En paralelo, las presiones sobre el uso de antibióticos también impactan al sector. Las restricciones crecientes en el uso de antimicrobianos como promotores de crecimiento obligan a cambiar los sistemas productivos, lo que podría elevar los costos o afectar temporalmente la eficiencia, hasta que se adopten prácticas alternativas de manejo y sanidad.

Las tendencias de consumo en países de altos ingresos, donde crece el rechazo a las carnes rojas por motivos ambientales o de salud podrían frenar el crecimiento de la demanda de carne de cerdo, especialmente si se implementan medidas fiscales para desincentivar su consumo, como impuestos diferenciados.

Por último, el proteccionismo comercial creciente representa una amenaza adicional: mayores barreras arancelarias podrían reducir el comercio internacional de carne de cerdo y presionar a la baja los precios globales, afectando especialmente a los países exportadores.