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Retos y propuestas de genética y productividad en el cerdo ibérico

La genética constituye uno de los pilares fundamentales de la producción porcina moderna, y sin embargo, suele ser el área que más tarda en abordarse de forma sistemática en muchas explotaciones. La elección de la línea genética con la que se va a trabajar condiciona durante años los resultados productivos, reproductivos, sanitarios y económicos.

Cuando un productor de porcino toma decisiones sobre genética, lo hace habitualmente apoyándose en una ficha técnica, de manera similar a como un comprador consulta las especificaciones de un vehículo antes de adquirirlo. En lugar de fijarse en velocidad máxima o aceleración, en este caso se analizan parámetros como la prolificidad de la cerda, la fecundidad en condiciones óptimas de climatización, manejo y sanidad, el índice de conversión o la rusticidad.

En las líneas de cerdo blanco se manejan con normalidad valores en torno a 44kg de pienso consumido por kilo de lechón producido. La rusticidad se expresa, principalmente, mediante el porcentaje de bajas, de modo que una buena línea puede garantizar niveles de reposición compatibles con tasas de mortalidad en torno al 5-6% anual, siempre bajo condiciones de manejo adecuadas. A estos parámetros se suma la velocidad de crecimiento con el verraco finalizador y el índice de conversión de los animales de cebo, así como la calidad de la canal y de la carne. La calidad de la canal se relaciona con el porcentaje de piezas nobles —sobre todo jamón, lomo y paleta— y la de la carne se evalúa a través de parámetros como exudación de agua, infiltración grasa, acidez o textura.

En el caso del cerdo ibérico, la situación práctica ha sido tradicionalmente distinta. Ante la ausencia, hasta unos años, de empresas especializadas en genética ibérica, el productor que desea adquirir cerdas suele fijarse en primer lugar en el precio, o incluso por delante de este, en la mera disponibilidad de animales. En periodos de fuerte crecimiento del censo, no ha sido raro encontrar momentos en los que sencillamente no había cerdas suficientes en el mercado para cubrir la expansión de las explotaciones.

En segundo lugar cobra peso la morfología, influida por la normativa de calidad y por los requisitos para la inscripción en el libro genealógico. También resulta determinante el sistema de crianza de origen, ya sea intensivo o extensivo.Desde el punto de vista de la garantía sanitaria y de control, suelen ofrecer mayores certezas aquellas reproductoras procedentes de sistemas con una gestión más estructurada y monitorizada, independientemente de que el modelo sea intensivo o extensivo, siempre que se aseguren condiciones óptimas de bienestar y sanidad.

ambién intervienen aspectos como la solidez del canal de suministro, cuya fiabilidad resulta determinante a la hora de adquirir reproductoras. A ello se suma la necesidad de disponer de información sanitaria clara; en ausencia de certificaciones estructuradas, es habitual que el propio comprador recurra a evaluaciones veterinarias en origen para conocer el estatus sanitario de los animales. Sin embargo, estos chequeos no siempre se incorporan de forma sistemática a un programa de selección, y en ocasiones acaban influyendo más en la negociación comercial que en un proceso técnico continuado. Esta situación pone de manifiesto que, históricamente, la mejora genética en ibérico no ha alcanzado todavía el mismo grado de estructuración y metodología que caracteriza a otras razas.

Ingeniería genética y marcadores asociados a caracteres productivos

La tendencia futura —y en buena medida la presente— en mejora genética porcina está marcada por la utilización de herramientas de ingeniería genética y de marcadores moleculares. El objetivo es identificar genes o regiones cromosómicas (QTL) que influyen de manera directa sobre caracteres fenotípicos de interés.

Entre los caracteres fenotípicos más relevantes destacan el número de lechones nacidos totales y nacidos vivos, el número de tetinas funcionales, el tamaño de camada, la supervivencia embrionaria y la resistencia a enfermedades. En este último aspecto ya se han descrito avances importantes en la resistencia frente a determinadas cepas de Escherichia coli. La incorporación progresiva de esta información genética en los programas de selección permitirá acelerar los progresos que tradicionalmente se han basado únicamente en el fenotipo y en registros productivos.

En las razas precoces se ha ejercido en las últimas décadas una presión de selección muy intensa sobre caracteres reproductivos y maternales. La evolución de los lechones destetados por cerda y año ilustra bien este proceso: en las décadas de 1980 y 1990 se trabajaba con medias en torno a 19,7 lechones destetados, que posteriormente se elevaron a 22,5 y, según estadísticas nacionales de hace varios años se sitúan alrededor de 25,6 lechones destetados por cerda y año. Paralelamente, se ha experimentado una mejora equivalente en el número de nacidos totales.

La selección en cerdas precoces se orienta de forma creciente hacia caracteres de calidad de carne y parámetros económicos, buscando animales que transformen mejor el alimento en carne y que presenten un mayor rendimiento cárnico en piezas nobles.

En el cerdo ibérico, por el contrario, la base genética ya ofrece de partida atributos inigualables en cuanto a calidad de carne. Sin embargo, la presión de selección sobre caracteres reproductivos, maternales y de rendimiento de canal ha sido escasa. Rasgos genéticos tan relevantes como la prolificidad —auténtico carácter económico clave— han sido relativamente olvidados, a pesar de su impacto directo sobre la rentabilidad de las explotaciones.

Metodología y necesidad de datos

Los avances conseguidos en razas precoces se sustentan en gran medida en la aplicación de metodologías estadísticas avanzadas como BLUP (Mejor Predicción Lineal Insesgada), un procedimiento complejo de manejo y análisis de datos que permite establecer índices de selección y realizar estimaciones del valor genético de los animales sin sesgos sistemáticos.

Esta metodología resulta especialmente valiosa en caracteres de baja heredabilidad, precisamente el tipo de rasgos —como la prolificidad— que deberían constituir el principal objetivo de los programas de selección en cerdo ibérico. BLUP se basa en utilizar toda la información disponible, tanto de los animales presentes como de sus parientes: madres, hermanas, tías, abuelas, etc. La comparación y correlación de datos a lo largo del tiempo hace posible predecir el comportamiento futuro de una línea o individuo para los caracteres que se desean mejorar.

La clave es la disponibilidad de datos. Sin registros rigurosos, la mejora se limita a una simple calificación morfológica, similar a lo que se ha hecho “toda la vida”, lo que impide avanzar más allá de una selección visual y subjetiva. Con datos, en cambio, es posible construir verdaderos índices de selección y evaluar de forma objetiva el progreso genético.

Propuestas de esquema de mejora genética en explotaciones de cerdo ibérico

A nivel de explotación, tanto si se trata de granjas pequeñas de unas cien cerdas, como de mil reproductoras, es posible implantar un esquema de mejora genética propio y eficaz. El primer paso consiste en aprovechar el potencial de las distintas líneas o estirpes de cerdo ibérico, eligiendo las más convenientes y productivas, de acuerdo con la variabilidad genética existente descrita en la bibliografía.

Una vez seleccionadas las estirpes de partida, se trata de testar y seleccionar los mejores animales para los caracteres diana, tomándose la prolificidad como referencia principal. Sobre esa base, se diseña un plan de cruzamientos que permita combinar líneas con el objetivo de obtener vigor híbrido (heterosis) para los caracteres que se desean mejorar. Este planteamiento puede implementarse en esquemas sencillos pero sistemáticos, tanto en explotaciones pequeñas como en sistemas más complejos.

Existen trabajos de investigación que han estudiado el comportamiento productivo y reproductivo de distintas estirpes de cerdo ibérico y que identifican, por ejemplo, al entrepelado entre las líneas más productivas. Una estrategia razonable para una mejora genética de carácter “doméstico” es partir precisamente de aquellas estirpes mejor evaluadas en dichos estudios y utilizarlas como base para el diseño del esquema de selección interno.

Criterios reproductivos de selección: la prolificidad como carácter diana

El parámetro diana prioritario en el cerdo ibérico debe ser la prolificidad. Este carácter depende de varios factores encadenados: la capacidad de ovulación, la fecundidad, la supervivencia embrionaria, y en definitiva, la tasa de lechones nacidos vivos. La supervivencia embrionaria está íntimamente ligada al tamaño del útero y al espacio disponible, de forma que existe una relación clara entre el tamaño corporal de la cerda, el desarrollo uterino y el tamaño de camada real.

Trabajos de investigación han mostrado que una cerda ibérica puede ovular de media entre 14 y 16 óvulos fecundados, pudiendo superar en algunos casos las 20 ovulaciones, hasta valores de 26-28. Sin embargo, en la práctica, no es raro encontrar camadas de 6, 7 u 8 lechones vivos. Una parte importante de esta discrepancia entre potencial y resultado se explica por la competencia en el útero: si no hay espacio suficiente, se incrementan las pérdidas embrionarias.

De cara a la selección, la pubertad de las primerizas adquiere una relevancia clave. Factores como la edad a la pubertad y la expresión clara del celo condicionan toda la futura carrera reproductiva. Si se eligen como reproductoras animales que no han alcanzado una pubertad adecuada o que presentan celos poco evidentes, se está comprometiendo la mejora genética desde el principio. Se ha observado, además, una correlación entre la prolificidad en el primer parto y la prolificidad a lo largo de la vida productiva; por tanto, el rendimiento reproductivo inicial es un criterio útil para decidir qué hembras se incorporan al núcleo de selección.

Otros elementos esenciales son la actitud maternal y el comportamiento de los lechones al destete. La docilidad ante el medio y las personas, la capacidad de producción de leche y el mantenimiento de camadas numerosas son rasgos que deben valorarse. El intervalo destete-celo es especialmente importante: en la cerda ibérica suele ser de 2 o 3 días más largo que en la cerda blanca, y además, la expresión del celo es menos evidente. La selección debe orientarse a cerdas con intervalos destete-celo inferiores a 5 días y con celos claramente identificables, lo que contribuye a mejorar la tasa de partos por año.

Uso de datos en la granja

Todos estos criterios se traducen en conceptos tan prácticos como el número de lechones destetados por cerda y año o el intervalo entre partos. La herramienta básica para manejar esta información puede ser un programa informático de gestión, o en su defecto, fichas manuales cuidadosamente mantenidas.

En explotaciones donde se han registrado datos durante años, se observa que las cerdas más productivas son aquellas que acumulan mayor número de ciclos con buenos resultados reproductivos. Por el contrario, las cerdas con intervalos entre partos superiores a 155 días reducen la tasa de partos por año por debajo de 2,4, volviéndose poco competitivas. Estas hembras son candidatas claras al descarte desde el punto de vista de la mejora genética.

Con una base de datos mínimamente estructurada, es posible elaborar listados de las cerdas más productivas y utilizarlas como madres del futuro núcleo de selección. Su descendencia se clasifica en función de su rendimiento y de criterios morfológicos y reproductivos adicionales, de forma que solo las lechonas y verracos con mejores parámetros pasan al grupo de reproductores.

Un esquema sencillo contempla la creación de una categoría de “abuelas”, formada por las hijas de las cerdas más productivas, a partir de las cuales se obtienen las madres y los padres que serán responsables de la producción general de la explotación. En términos de reposición, se recomienda mantener al menos un 30% de hembras seleccionadas, con la advertencia de que “cuantas más, mejor” para garantizar una base genética suficientemente amplia.

Evaluación morfológica y parámetros de peso

La evaluación morfológica de los animales debe integrarse desde el nacimiento. Una vez identificadas las cerdas que van a servir de base al esquema de mejora, la selección de sus lechones comienza desde los primeros días de vida. No debería reservarse como futura madre ningún animal con un peso al nacimiento inferior a 1,7kg.

Un estudio realizado con pesadas de más de 3.300 lechones en los que se observa que aproximadamente un 15% presenta pesos al nacimiento inferiores a 0,700kg y un 5% supera los 2,2kg, con una media en torno a 1,8kg. Estos datos permiten fijar umbrales mínimos de peso para selección, de modo que solo los lechones con tamaño suficiente a nacimiento y destete se incorporen al núcleo reproductor, favoreciendo así animales con mayor desarrollo corporal futuro, y por correlación, con mejores perspectivas uterinas y de prolificidad.

Otro aspecto fundamental es la evaluación de la línea de mamas o tetinas. Como criterio mínimo se establecen 5 pares simétricos y homogéneos en las hembras, orientando la selección a largo plazo hacia animales con 12 tetinas funcionales o más. En el caso de los machos de reposición, se recomienda exigir al menos 6 pares de tetinas homogéneas a nacimiento.

Evaluación en la pubertad: tamaño corporal, conformación y aplomos

La tercera fase de clasificación se realiza en la pubertad, cuando ya es posible evaluar con precisión el tamaño corporal, la conformación general y la calidad de las extremidades y aplomos. El tamaño del cuerpo, la amplitud de tórax, la anchura de espalda y el desarrollo de la grupa son elementos que repercuten directamente en la capacidad productiva y en el rendimiento cárnico. La inserción alta de la cola, por ejemplo, se asocia con animales mejor conformados que proporcionan jamones de mayor tamaño.

En las hembras se valoran las mamas y la conformación de la vulva; en los machos, el desarrollo testicular y escrotal. Los aplomos constituyen un capítulo especialmente sensible en el cerdo ibérico. Es relativamente frecuente encontrar ejemplares con defectos de aplomos que se traducen en problemas graves cuando el animal debe realizar largos desplazamientos en pastoreo, especialmente en montanera. Animales que se echan con facilidad, que carean poco o que manifiestan cojeras crónicas suponen un serio inconveniente tanto desde el punto de vista productivo como de bienestar animal, por lo que la selección debe ser rigurosa en este aspecto.

Diseño de cruzamientos y aprovechamiento de la heterosis

Una vez definidas las líneas o estirpes de partida y establecidos los criterios de selección, el siguiente paso es estructurar un sistema de cruzamientos que maximice el vigor híbrido y reduzca la consanguinidad. Para ello se puede recurrir a esquemas rotacionales inspirados en métodos clásicos de genética aplicada, que han demostrado su eficacia en otras especies como el vacuno.

Un ejemplo consiste en trabajar con 3 líneas o familias. Las hijas de las hembras de cada estirpe reponen su propia familia, mientras que los machos de esa misma estirpe cubren las hembras de otra línea distinta, siguiendo un ciclo rotacional. De este modo:

  • Las hijas de la familia A reponen la familia A, pero los machos de A se utilizan para cubrir hembras de la familia B.
  • Las hijas de B reponen B, y los machos de B cubren hembras de la familia C.
  • Las hijas de C reponen C, y los machos de C cubren hembras de la familia A.

Este sistema sencillo permite mantener una heterosis apreciable y, al mismo tiempo, evitar niveles elevados de consanguinidad. La consanguinidad residual se sitúa en torno al 12-15% sobre los caracteres deseables, un nivel bajo y controlable en la práctica. A lo largo de las generaciones, y con una presión de selección suficiente, la explotación puede llegar a conformar una estirpe propia, adaptada a sus condiciones, que combine los caracteres previamente definidos como prioritarios, sin renunciar en caso necesario a la aplicación complementaria de metodologías como BLUP.

Conclusión

La mejora genética en porcino ibérico no puede seguir apoyándose únicamente en la tradición y en la selección visual. El potencial de la raza para producir carne de altísima calidad es incuestionable, pero ese punto de partida debe complementarse con un trabajo sistemático en caracteres reproductivos, maternales y de rendimiento de canal, con la prolificidad como objetivo central.

Para lograrlo, resulta imprescindible disponer de datos fiables, aplicar metodologías de evaluación modernas, estructurar esquemas de selección y cruzamiento claros y combinar criterios reproducibles de tipo reproductivo, productivo y morfológico. La explotación que asuma la genética como un pilar estratégico —y no como un simple elemento dado— estará en condiciones de mejorar de forma continuada sus resultados y de responder con mayor solidez a las exigencias de calidad, eficiencia y sostenibilidad que plantea la producción ibérica actual.