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Un círculo sostenible entre proteínas vegetales y purines de cerdos

Un equipo de investigación de la Estación Experimental el Zaidín de Granada (CSIC), del Centro Tecnológico EnergyLab y de la Universidad de Copenhague ha desarrollado un tratamiento de purines de cerdo que minimiza la producción de ciertos elementos. Así, ha logrado mantener estable la acidez del estiércol durante 6 semanas, lo que frena la liberación de amoníaco y metano. A partir de los residuos de otras empresas, se consigue el almacenamiento sin riesgos y mejora sus propiedades como fertilizante.

La industria de la producción de proteínas vegetales parte de plantas como la alfalfa, la soja o el guisante. Mediante un proceso llamado biorrefinería verde, se producen estas sustancias orientadas a convertirse en aditivos que enriquecen alimentos o piensos. Sin embargo, también generan residuos sólidos o fibras que pueden usarse para otros fines: compostaje, generación de biogás o como materia prima en materiales biodegradables. Además, extraen un líquido rico en nutrientes y azúcares, llamado brown juice.

Los expertos han añadido el brown juice a los purines de cerdos en laboratorio y han logrado que baje su pH. En el artículo publicado en la revista científica explican cómo consiguen que no sobrepasen los 5,5 de acidez, ya que a partir de esa medida los purines comienzan a emitir amoníaco y metano.

De esta manera se logra un círculo económico y sostenible de distintas áreas. Según la autora del artículo, Beatriz Gómez-Muñoz, investigadora del CSIC, detalla que “por un lado, las empresas productoras de proteínas logran dar valor al brown juice, uno de sus subproductos. Se facilita la gestión, ya que los sistemas de purin de los productores de cerdos pueden almacenarlo sin riesgo. Se logra un fertilizante con mejores prestaciones y más rico en nutrientes”.

El purín porcino es usado como fertilizante orgánico, ya que es muy rico en nutrientes.

Los expertos compararon estrategias distintas con el mismo purín de cerdo durante un almacenamiento prolongado de 42 días: una primera opción con el estiércol sin tratar, una segunda con glucosa, una tercera con brown juice en el 50% del volumen total, y una cuarta con glucosa mezclado con brown juice al 20%, todos ellos sin acidificar y acidificados con ácido sulfúrico.

La idea era bajar el pH del purín sin depender exclusivamente de químicos agresivos como el ácido sulfúrico, el que más se utiliza actualmente, y el cual suponen que es más costoso.

La combinación de una ligera acidificación química con brown juice resultó ser la estrategia más equilibrada: logró estabilizar la acidez, reducir significativamente el amoníaco y metano, y minimizar el uso de productos químicos.

Así, al añadir brown juice al purín de cerdo, se activa un proceso natural de fermentación. Esto ocurre gracias a las bacterias llamadas lácticas, que ya están presentes en él. Estos microorganismos se alimentan de sus azúcares y producen ácido láctico, que reduce el pH. Al ser bajo, el amoníaco no se escapa al aire en forma de gas, sino que se queda retenido en forma de amonio, que es un nutriente esencial para las plantas. Así, se consigue mejorar el valor fertilizante del purín, haciendo que se aproveche mejor como abono natural.

El siguiente paso que expone la científica, sería estudiar qué cantidad exacta de brown juice y ácido es necesaria para lograr el equilibrio perfecto entre eficacia y costo, adaptado a distintos tipos de purín o climas. Por último, realizarán ensayos a escala piloto o en granjas comerciales para comprobar si los resultados se mantienen con volúmenes grandes y en ambientes variables.